EL REGRESO DEL HIJO
Mortal que aquí llegáis; yo soy Teresa, no quiero que me llores pero reza; y si tú eres Ruperto, el hijo amado, piensa que al morir te he perdonado”.
Así decía en la lápida de la cueva Sra. Teresa Cépeda, la cual había muerto de un paro cardiaco, fue enterrado por sus buenos vecinos que la querían mucho por ser una persona muy caritativa y de buen carácter.
Un bien día Teresa le llamó fuerte la atención a su único hijo llamado Ruperto; el cual estaba yendo por mal camino porque llevaba una vida de droga, con malas amistades. Teresa le amonestó pues para lo cual al hijo no le gustó esto, le quería seguir con su vida y andar por el mal camino.
Muy molesto Roberto cogió el dinero que su madre tenía producto de la pequeña tienda que su difunto esposo le había dejado.
Tomo sus cosas y se marchó, sin despedirse y como era de esperarse la pobre madre lloró y lloró inconsolable por el dolor tan grande que el hijo le ocasiono.
Los vecinos y amigas la consolaban diciéndole no te aflijas Teresa es mejor que se vaya antes que esas malas amistades.
Cada Día Teresa rezaba una oración para su hijo y prendía una velita, así pasaron 10 años; y la madre empezó a sufrir del corazón; por unos colegas comerciantes se enteró que su hijo Ruperto estaba vendiendo ropa, por lo cual ella se tranquilizó en parte.
Una madrugada del mes de noviembre la sorprendió la muerte a Teresa.
Ella tenía ya comprado su nicho y su lapida que decía lo que dé inicio del cuento leímos.
“la pregunta es la siguiente querido lector ¿Qué es mejor huir o cambiar?”
Cuando regresó Ruperto a pasar Navidad con su madre llegó a la lápida y cayó al suelo privado de la pena
Por: Ana Gallo Córdova
Piura, 26 de octubre del 2020
'EL ENVIDIOSO'
Siempre hemos escuchado hablar de la envidia, cuantos relatos e historias y cuantos casos se han visto a lo largo de nuestras vidas; por eso de la envidia. Bueno vamos a leer este caso. Cierto día un caudaloso señor propuso ayudar a los habitantes de un pequeño pueblo llamado “Querecotillo” y pensó quiero hacer algo bueno pero poco común, y así estuvo pensando cómo hacerlo, hasta que por fin tuvo una idea ¡ya se, dijo¡ hizo una rifa y salió ganador un hombre que era pobre; pero a la vez rencoroso y envidioso, el ganador debía presentarse a la plaza de armas del pueblo; ya que tenía que responder a las preguntas que el Millonario le haría Antón, que era el nombre del beneficiado fue muy temprano para ver de qué se trataba. El concurso se basaba en lo siguiente: De todo lo que él pediría se le otorgaría el doble a Gastón que era el otro ganador, cuando llegó Gastón, Antón lo miro con mala cara, pero nadie le asuntó ya que así era siempre, pero a pesar de todo los vecino...
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